sábado, 15 de noviembre de 2008

Le Château: Residencia cinco estrellas (IV)

El sueño es probablemente el peor momento del día para los huéspedes de la residencia, ya que mientras están dormidos no pueden disfrutar de todas las comodidades que ésta les ofrece. Por desgracia, es el momento del día en el que solo pueden dormir, y esperar que ninguno de sus sueños se convierta en una pesadilla (una pérdida en bolsa del 0,1%, jugar al mus, beber agua del grifo u otras cosas realmente horribles).

Aún así, todo está preparado para que este momento sea lo más placentero posible. Las puertas de las habitaciones, con su número escrito con letras en perfecto italiano (puesto que suena más musical), dan la entrada a pequeñas estancias perfectamente adornadas con oro, mármol y ébano.

A un lado se encuentran los armarios, cada uno con un poco de ropa para cada estación. Aún así, el más grande de todos está apoyado en una pared, ocupando casi la totalidad de ésta (el resto de la pared lo ocupa un piano), guarda la ropa de la estación actual, más unos pocos, una centena, de vestidos para las galas y comidas que se celebran ocho veces por semana.

La cama, con su dosel y de plumas quitadas con pinzas doradas a ocas críadas en los altiplanos del Japón feudal, es mullida y muy agradable al tacto. De un tamaño medio, en el que solo caben siete personas, unas sábanas de seda (seda natural) recubren todo el conjunto, dándole un toque distinguido y a la vez agradable.

Esta noche no habrá pesadillas, eso bien lo saben los huéspedes. Mañana toca viaje a algún lugar, para hacer compras, turismo o simplemente para comprobar la productividad de la empresa familiar en el extranjero. Pero de eso os hablará King Red.

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